TREINTA Y SIETE DÍAS
Sostienes mi mirada
y la dejas caer sobre tus labios,
y en el hueco entre tus dientes.
Esparcí sal
sobre el suelo,
y con tu paciente fe
brotó el tallo,
fresco y bello,
de un recuerdo inimaginado.
Y uno tras
otro,
se apilan constituyendo
el firme manto
que me cubre cuando
quiero huir
de las ácidas miradas
de la gente,
a la que casi nunca entiendo.
Trepo,
cruzo el muro
por ver el brillo oculto
de un cielo naranja,
bello,
con
o sin estrellas.
Bajo él
me estremezco,
con el cálido
compás de nuestro roce,
azotado,
incansablemente,
por el viento del norte.
Sostienes mi mirada
como la primera vez,
y la cierras con tus labios.
Me asombras.
F. Javier Gil Segura