tú mi única aliada
envíalos con un gesto al infierno
y por las noches recuerda
su rostro putrefacto
su memoria de lupanar
su sangre empantanada
vuélvete entonces hacia mí
y acaba también con mi miseria
por todo hombre acabado
cosido por el codo al mostrador
por todas las voces truncadas
por todas las veces
que en mis venas se abre
paso la distancia,
que el hastío también me puede
Personaje
obligado a un profundo sueño
de memoria y pronombres
(tú me asesinaste,
lo recuerdo;)
no resurgir ya más
a este plano hipócrita de tu vida
y de mis noches
van desfilando, nombres
minúscula, pero han perdido tu mirada
pero sólo eras un rastro
pero hay futuro más acá
de la piel en cada uno
de ellos y nadie ha sido jamás
tan importante
ardo en fuego perpetuo pero indoloro me ahogo en cloacas tira de mí un ángel férreo y no llega ese dios que prometieron en lugar de ti tan poco
estar sentado ante un cristal que
sitúa al mundo en unos parámetros más razonables,
más adecuados a un espíritu poco dado a geografías
o a palabras, mientras te estoy esperando
como lobos desde siempre y no llegas
nunca acaso porque no existes
más allá de nuestra piel, tú
antes has caminado por este mismo lugar
antes de espaldas a las luces
has caminado y no es el mismo lugar
las luces que has caminado
no, he caminado hasta perder
toda memoria de ti, hasta
perderte, memoria, tú
y por qué no ahora, mientras quede la posibilidad de un eco,
de un mínimo eco al otro lado del mármol,
si tú naciste del extremo de un cabo,
de la única posibilidad en la única noche,
del desencuentro,
si tú naciste del eco.
vida en cristal de colores
en cascada en metálico
en vertiginosa empresa
vida en tu parte del espejo
en tu dirección
en tu seña
porque, simplemente,
morir es aquí
Un hombre pequeño en medio de la noche en medio del invierno
en medio de alguien yo he puesto todo el futuro a tu nombre
Para cuando surtan las plegarias, las miradas,
Habré muerto
pero aún es pronto para mí.
Jaime Fernández