RIMAS
I
Yo sabré recordarte
y en el tiempo preciso,
tus ojos y los míos
mirándose estarán.
Y tendremos de nuevo
el azul paraíso
e inconcretos timbales
Sonarán... Sonarán...
II
En el azul del cielo
recordaré tus ojos,
y en abrileño día
tu voz recordaré.
En mi poema triste
yo espero que recuerdes
¡Oh, dulce amor de mi alma!
lo mucho que te amé.
III
¿Me recuerdas aún?
¡Sólo Dios sabe!
Si piensas en mis besos;
muchas gracias.
Fue una unión pasajera
que en el aire,
sus formas dilató
la extravagancia.
IV
Soplarán los terrales
y engolfarán tus velas,
sin un recuerdo mío
te arrojarás al mar.
Yo trataré de asirte,
yo gritaré que vuelvas;
y arreciarán los vientos
y no me escucharás.
V
Mi boca es insegura,
no dice lo que siente,
como el ave canora,
tan sólo quiere hablar
De cosas fascinantes
en un lenguaje extraño,
que aún el políglota
no logra asimilar.
VI
Es tu voz la sonata
de los Bosques de Viena,
eres tú el ornamento
que faltó en el Versalles.
Y soy yo el trovador,
que a la orilla del Sena,
deplorando esa falta
llora todas las tardes.
VII
Hay en mi alma una vaga
inquietud de palabras,
todas quieren decir
que te adoran y aman.
Si supiera la lengua
que en tu tierra se habla;
te diría muchas cosas
y después... te besara.
VIII
Yo he nacido en un mundo
completamente azul
donde todas las aves
murmuran con amor.
Es un mundo remoto
al que puedes ir tú
si Dios te purifica
y te convierte en flor.
IX
Yo nunca te besé
y te sigo amando,
tu voz se perpetúa
vibrando junto a mí.
¿Qué será de mi vida?
Si el tiempo y el espacio
no logran arrancarme
el recuerdo de ti.
X
Aquel escarnio
con el cual me heriste;
huele a espina de mar
y sabe a luz.
Porque fue en una playa
inmensamente triste,
en un día con un cielo
serenamente azul.
XI
Tu jamás comprendiste
lo mucho que te amaba,
tenías la costumbre
de ver y conquistar.
Mis inconcretas frases,
mis tímidas palabras,
gotas fueron de agua
en impetuoso mar.
XII
Eras una mujer
bella y pequeña,
una gloriosa flor
como no vi otra igual.
Sabías el artificio
de ese dar, que no entrega,
y tu entrega inaudita
parecía accidental.
XIII
Yo le amé y una rosa
vi caer de los cielos
al remanso de paz
y dormidos anhelos.
Su mirar distraído
e inconcreta palabra,
era luz amorosa
luz que a mí me alumbraba.
XIV
Había entre nosotros
aún el compromiso
de estar mirando el mar
cogidos de la mano.
Cuando inauditamente,
sin mediar un aviso,
me dejaste en el mundo
tan sin ti... tan lejano.
XV
Tu aroma fue primero,
luego tu pelo largo,
tibio, como la noche
de apacible verano.
Enseguida un silencio
prolongado y amargo
saturó mis jardines
con ortigas y cardos.
XVI
Había en el acento
de la canción, un algo,
que hizo de mis ojos
ardiente manantial.
Su murmullo tenía
aquel sollozo raro
que dejó en mi alma
un violín otoñal.
XVII
Hay un infinito
de ilusorias palabras,
hay algo tan suave
que el deseo febril
Ha pensado que te amo,
ha pensado que me amas;
y en síntesis glorioso
me sonríe el Abril.
XVIII
El cielo es muy hermoso,
hay en él un misterio
que tal vez para siempre
tengamos que ignorar.
Así mismo tus ojos
guardan otro misterio,
el cual eternamente
me debes ocultar.
XIX
Es una bella inquietud
que guarda mi alma,
como el campo de azur
al sol de la mañana.
Si pudiera decirla,
tal vez yo la contara
con la nítida voz
de las diáfanas aguas.
XX
Escuchemos ahora
la música del viento,
no dejemos la noche
que ya ha de volver.
Muchas almas dijeron:
«aún queda mucho tiempo»
y nunca más volvieron
a encontrarse después.
XXI
Sujetaré a mi boca
la voz de la esperanza,
y si después las aves
no quieren ya trinar.
Yo seguiré cantando
y ante el dolor que avanza
inexorablemente
jamás he de callar.
XXII
Alza potente el potro
la crin alborotada
y se lanza a la inmensa
llanura de esmeralda.
Su negra piel envidia
la noche de obsidiana
es cual negro abalorio
en collar de sultana.
Humberto C. Garza