NACIMIENTOS
El equilibrio sólo puede hallarse prescindiendo de la respiración, en la inmovilidad del salto, en la noche poseída.
Las búsquedas sin señuelo me habían conducido a mi rostro. Desde la infancia padecí de la vida contrariada por la espectral voracidad del poema. Me ejercité en hallar los caminos más escabrosos, más inútiles... Nunca eludí un encuentro que antecediera a la desesperación.
Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios.
Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados...
Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima.
Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido...
Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío.
Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable...
Protegí mis dudas y aticé mi libertad.
Las palabras son lo visible.
Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
Gonzalo Márquez Cristo