LOS BANCOS
Me gustan los bancos
los bancos solitarios de las calles
los solitarios bancos de los parques
de hierro o de madera
o tan solo de baldosa y revoque.
Los envidio, los envidio cuando
en la noche cobijan
los tibios besos de amantes
o en las tardes de primavera
las risas y cansancios de tiernos infantes
Envidio al banco en la noche triste
en la noche de viento susurrante
cuando el frío cala los huesos
y la lluvia lo envuelve gozosa
de encontrar un sitio
en donde poder sentarse.
O en las mañanas de sol
en esos amaneceres en los que
es tan grato el desperezarse
mientras pasa la vida y ellos están
ahí, quietos, atentos y vigilantes.
Ay si pudieran hablar
los viejos bancos urbanos
aquellos que guardan susurros y desengaños,
bienvenidas, abrazos y confesiones
promesas rotas y cumplidas
proyectos, sueños, desilusiones.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
Fernando García Aleixandre