UNA DE VANIDAD LITERARIA
Él parecía sonreír
con un cigarrillo entre
los dedos. La miraba
de un modo asambleario,
como esperando recibir
aplausos cada vez que parpadease.
Quizá
anduviera considerando
si sobre el cuerpo de ella, húmedo y cálido,
podrían cosecharse champiñones,
si sabría rodar, vagabundear,
ser transeúnte por el musgo
charolado de aquellos labios. Dijo:
—Me gusta oírme
en tu voz.
Ella estaba leyendo, en el poema de él:
la palabra
es el residuo —bosquejó con la
boca un beso— de la memoria...
Francisco Domene