SENCILLAMENTE AGUA
I
En aquel largo otoño
que viví coincidiendo
con varias primaveras.
En aquel largo otoño
envejecí cien años.
Hasta darle sentido
al pensamiento oculto,
a la voz, a la niebla.
Y hoy surgen las palabras
gota a gota, una a una,
destilándose simples.
Sencillamente agua.
II
Sencillamente agua
se me antojan los pinos,
la urbana fresca sombra
de laureles de Indias,
la cumbre, los senderos
hollados por mil pasos,
el rojizo color de la tierra
en que crece la verde laurisilva.
III
Sencillamente agua
se me antoja la niebla,
la bruma de la cumbre,
los charcos del camino,
la pequeña cascada pasajera
del barranco que corre.
IV
Sencillamente agua
se me antojan las rocas
de la playa, la arena,
la perpetua embestida
persistente, tozuda,
caprina, multicornia,
de la mar en la costa.
V
Sencillamente agua
se me antoja la mar
surcada por mil quillas,
herida sin descanso,
cicatriz permanente.
VI
Sencillamente agua
se me antoja la brisa,
el viento enfurecido,
el alisio, la calma,
el calor del verano,
la tormenta, la lluvia,
la calina y el humo.
VII
Sencillamente agua
se me antoja la vida,
la infancia, los juguetes,
el trabajo, la historia,
los profundos estudios,
la más pura poesía,
la lenta decadencia,
el nacer, la agonía.
VIII
Sencillamente agua
se me antoja tu sombra
tras haberte buscado
en campos, en silencios,
en la orilla del mar,
en la cumbre más alta,
en las calles estrechas,
en amplias avenidas.
Sencillamente agua
que mis manos no abarcan.
Sencillamente agua.
Francisco Suárez Trénor