SE ABRE A LA NUEVA LUZ
Atropelladamente, desbocados,
sumisos al destino que los llama,
se precipitan hacia el rayo hiriente.
Busca la noche el fuego de sus ojos,
sus relinchos de olvido en el desierto,
avizores, con ansias de acabar
dejando atrás espumas hechas hielo
negro que forman crines como dagas
clavadas en las carnes de los hombres.
Atisban, con ahínco, el otro estado,
la última catarsis de la vida,
mientras que, rezumando paz, sus belfos
se impregnan de recuerdos que rumïan.
El suelo se doblega a la furia
de sus cascos, al trueno de su paso,
y al fin? se entregan. Llueve sobre el cuerpo,
acabado el fragor de la batalla,
como en el campo que solo es pedrera.
Oscurece. Una flor atormentada
se abre a la nueva luz, al nuevo tiempo
de un nuevo día, asciende a las estrellas.
Francisco Lobo Ríos