REQUIEBROS EN LA DISTANCIA
Arrellenado en el arcén incierto,
y en la vereda franca,
inalterable,
de mi —¿aparente?— madurez
serena,
te vi avanzar a mí, como
gacela
y a modo de una fruta deseable,
de alborozada juventud lozana.
Eres muy niña en
ardoroso anhelo,
pero al futuro accedes confiada,
como auténtica dama en tus
deseos,
de unos intensos lances que te
esperan,
aunque incapaz de dolo en tu
regazo.
De tipo esbelto en plenitud gozosa,
con carnes prietas y escabrosas
curvas,
que al loco Clavileño
muestran sendas,
en derrotero osado cabalgando,
por cotos que los dioses acaparan.
Vigor de vida en tu mirada noble,
calmosas tus pupilas, sin
temores,
blanco sin sombra
de espejuelos vivos,
asombro en ráfagas,
rubores tenues,
y pálpitos sin
prisas retardados,
en las colinas del turgente
seno.
Está el embrujo de
tus bellos labios,
carnosos, temblorosos y
encarnados,
calores juguetones prometiendo
en húmedo contacto de
succiones.
¡Deseos e ilusiones que te
acechan!.
Cruza tu sangre en
atavío de púrpura,
por rutas de las venas
merodeando,
no impulsa ni acelera turbulencias
de amores borrascosos y atrevidos,
que la cordura y sensatez alteren.
de quien tus pieles con
cariño palpe,
sino que invitas al disfrute
amable,
de calma y de un aprecio
confíado—.
El hombre embelesado ante
tu imagen,
con travesuras de un
truhán maduro,
absorto en cabrilleos juguetones
control procura ante tan fiel
reclamo,
sin arriesgarse a quebrantar tu
encanto,
—en tan dulce visión
ensimismado—.
Cuando te miro en tan feliz sosiego,
desde el macizo y veterano
escaño
de mi apasionada sensatez serena,
tú te asemejas a prohibida
fruta,
apetitosa, henchida en carnal jugo,
que, en canastilla de lozanas
hierbas,
en paz te ofreces, de
ponzoña ausente.
Tu linda estampa de mujer
en ciernes,
de bella hechura y juvenil
presencia,
me obliga a mantenerme resignado
respetuoso, reverente y casto,
en discreta distancia que me
aísla
del tan flexible y ondulante
biombo
de tu adorable y hechicero cuerpo,
¡Para desdicha mía!
Francisco Croché de Acuña