IMPÓN TUS MANOS
sobre mi vientre
como aquellos días perdidos
en que tus largos dedos,
ungidos de aceite
posaban su sabiduría
sobre mi cuerpo,
y cúrame este mal
de la nostalgia.
Aunque sólo seas sombra,
regresa,
como siempre: digna,
en tu pañolón negro
e impón tus manos,
ungidas de luz,
sobre el negro dolor
de tanta pérdida.
Francisco Basallote