CREPÚSCULO
Una nube blanca de silencio
corona en la tarde muerta
las tapias del pueblo viejo,
entre las paredes ocres
se deslizan la luz y los sueños,
suena lejana
la eterna canción del silencio.
Las amapolas,
pequeñas heridas
del campo inmenso,
salpican la lejanía
con su rojo nuevo,
y llegan alegres, contoneándose,
hasta la pared blanca del cementerio,
y entran
y adornan las cruces de los muertos.
Cuanto silencio entre cipreses rotos,
cuantos recuerdos,
cuantos muertos.
Emilio Fernández Cabañeros