A PEDRO PRADO
En el último libro que escribiste
poco antes de irte para no volver,
como quien dice sólo una mujer
nada más que una rosa tú dijiste.
Símbolo juvenil de lo que fuiste,
aquella única rosa vino a ser
lo mejor que de ti se pudo ver,
mientras andabas mortalmente triste.
Tú te sentías ya del otro lado,
lejos lo mismo del antiguo juez
que del embajador acreditado...
Nada más que una rosa era tal vez
tu lenta despedida, Pedro Prado,
desde la roja Torre de Los Diez.
Enrique Espinoza