LA MAR
La mar es un cuesta horizontal sin fondo,
un torbellino vertical de alfombras deslizantes.
Se enreda el aire en las crines de sus hirsutas olas
y brama y desata al viento sus pezuñas elevadas.
La mar no tiene ojos, solo iris,
azules, verdes, sonrosados, grises,
marrones, negros, amarillos, rojos,
sutiles tornasoles desatados de collares
prendidos en cinturones de huracanes.
La mar está ciega y no tiene manos,
tan solo un golpe que se esparce inmenso
en profundas oquedades blandas
y sube y baja sin saber a dónde
y surge y eleva su temblor de yagas.
Un gran clamor se extiende hacia las nubes
y gritos de un furor incontenible.
Una ira irrespetuosa contra el cielo
que escupe feroz las olas hacia el viento.
La mar me tiene a mí junto a la orilla
y siente respetuosa mis miradas
por horizontes desgarrados
en rutas olvidadas y lejanas.
Cuando sus ojos sin pestañas se abren
y me lanza fijamente la mirada,
la mar sonríe un vendaval de luces
entre vaivenes de sutiles algas.
La mar me tiene a mí junto a la orilla
y siente, respetuosa mis miradas.
Carlos Etxeba
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