EL LADRÓN, EL ZURRÓN Y EL CORAZÓN
Corren sonámbulas las fuentes
y descansan las estrellas sobre las copas del viento.
Se adormece la luna en la cuna de las olas,
mientras un ladrón ágil e inquieto escala
rápidamente, sin hacer ruido, la tapia de mi jardín.
Solo una rana presiente la tragedia
y asustada se esconde de un brinco
en su charco de íntimos delirios.
El ladrón avanza por el corredor
con un puñal escondido en el fajín.
Las largas cortinas de mis ventanales ondulan al viento
y acarician las sombras de seda volátil de las rosas.
El ladrón se introduce en mi dormitorio
y avanza hacia mi cuerpo dormido.
Abro los ojos sorprendido y veo sus ojos feroces
y el relámpago brillante de su puñal afilado.
¡Lo mejor será no decir nada,
fingir que estoy dormido!
El ladrón revuelve furioso los cajones de mi estancia.
No encuentra nada.
Viene a mi cama y me mira con rostro vengativo
Adivino el fulgor siniestro de sus ojos encolerizados.
Finjo seguir dormido y como un relámpago
hunde su puñal en mi pecho asustado,
mete su mano ensangrentada, me roba el corazón
y lo arroja despectivamente al fondo de su zurrón.
Moribundo, apenas tengo fuerzas para verlo escapar
bajando como un loco por la ventana,
escondido en las ciegas sombras de los árboles.
Mi sangre se derrama por las sábanas
y veo una lágrima en la cara de la luna alucinada.
* * *
Me despierto asustado por la mañana.
Siento las palpitaciones de mi pecho sobresaltado.
¡Todo ha sido una ilusión, un ensueño, una ficción
entre un ladrón despiadado y un corazón palpitante
en el fondo de un zurrón.
Carlos Etxeba
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