INMOVILIDAD
El movimiento
es una sucesión
de inmovilidades;
siempre hay
un instante infinitesimal
que ya no es.
Finjo total inmovilidad y paralizo el instante presente. Busco en la memoria dormida el último nexo y conecto tu presencia a mi anhelo. Mi corazón bombea una onda violeta que se expande lentamente hacia el túnel que lleva a tu espejo; eclipses hermafroditas roban brillos lunares mientras cuerpos opacos de incierta procedencia lloran lágrimas de cuarzo.
Nuestro amor se alimenta,
no de una relación recíproca
de presencias,
sino de la comunión interna
de dos seres en los cuales
el presente es siempre presente
en la memoria del tiempo.
Sombra negra, te abates sobre mí; descarnada forma que ensombrece mi ánimo desgajando notas, desencadenando errores.
En postrer intento por ver tu imagen, alzo el brazo intentando apartar la muerte de la cicatriz que oculta tu nombre tras la otra soledad del desengaño y la ceniza; mi yerto brazo rebota blandamente sobre la fría losa de mármol, fragmentando el lamento del lobo herido.
Perdido en la disyuntiva
del fui,
soy
o seré,
dejo constancia de mi queja
trascendiendo estados fosforescentes
de la conciencia interna del Tiempo.
La dimensión presente
del amor universal,
—de la muerte del cuerpo—
no sería posible
si no se vislumbrara en el horizonte
la posibilidad de ruptura.
Antonio García Vargas