MEMORIA DE NIEVE
a Ana
No hizo falta la llave.
Cuando llegamos a casa
la puerta estaba ya abierta;
por esa rendija
nos colamos ambos.
No hizo falta la llave,
ni eché de menos el arrojo
para apagar la luz y caer allí,
donde las noches eran inciertas
y eras yogur de coco
dormida en mis labios:
acariciamos nuestros nombres
y llenamos sus ritmos breves,
—te quiero.
—te adoro.
—te necesito cerca.
La puerta estaba ya abierta;
y porque sabes distinto cuando deshojamos
el recelo de nuestros alientos,
y huelo distinto cuando descansamos
en la añoranza de nuestros nombres,
deja que reconozca en este punto
a la compañera perenne
de abrigo gris de hojas caídas,
que meció el espacio de mi mano
cuando el viento guardaba memoria de nieve
y aroma de tardes dormidas.
Por esa rendija nos colamos, amiga.
No me dejes ahora. Sigamos juntos
las esencias que descubrimos hace años
cuando la amistad era dorada
y mirabas mis ojos al hablar.
Andrés Vallejo Piñas