ELEGÍA QUINTA
Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi muerte? […]
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre.
¿Cabrá eludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras.
¿Cómo escribir, después, del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
César Vallejo
Tengo la rara sensación
De estar viviendo los sueños
Que otros ya vivieron:
La lámpara encendida tras el miedo,
El camino con viejos cuadros de ocasos,
La monotonía de los barrios,
La polilla de la paciencia entumecida,
Gastada en el madero de los sacrificios:
“señas me da mi ardor de fuego eterno”.
El alma cuelga de las enredaderas:
Sensación deshilvanando hipos,
Manos desarticuladas en el océano de los circos.
Sueños: Pesados sueños en triciclos
Debutando con calambres y rara sed de cansancio,
Cuando los genitales se llenan de tizne,
Y el whisky, sólo sirve para recordar párrafos
De la maltrecha insolencia del tiempo.
Pero los sueños no son alegres ni cuando están en reposo,
Ni cuando la imagen cotidiana los arremolina,
Ni cuando los alfileres del aire apremian,
Ni cuando vemos el amor ansiosamente líquido.
En todo sueño, es evidente un bosque de agujas;
Aunque la necesidad del mismo arrulle analgésicos,
Como pensar la geometría de Helena,
Descolgándose en pañuelos de gaviotas.
También los sueños, en su cavar poseso,
De vida humana y de pálido deseo,
Nos llevan a inviernos de sombra y silencio,
Y a aljabas donde todo se hace hielo.
Alguien, sin embargo, tira flechas desde Cipango,
Para vivir, también, su propio sueño:
Navíos de Venus o de Baco,
Kamasutra de esos vientos donde siempre naufraga,
el éter ávido del horizonte:
Niño sentado agujereando las nubes,
Y el aguacero de los sueños. Sueños nada más
De abandonadas brújulas y ciegos velámenes.
“Ítaca [nos brinda] tan hermoso viaje —dice Cavafis—.
Sin ella no [habríamos] emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que [darnos].
Aunque la [hallemos] pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así entenderás qué significan las Ítacas”.
Es decir, ese severo horizonte de los sueños,
Cuando el futuro se gasta en la suela de los zapatos,
Y la realidad muerde: ojos, cabellos y rostro.
André Cruchaga
Barataria, 09 de febrero de 2004