AGENDA DEL ABISMO
Tiempo de canto
Sin canto
Ni soñado
Con brío de fuego
Sin luna
Más que la marea aturdida
Del crujir de la tierra
Tan lejos de la vida
Y tan cerca de la sal de las heridas
Sin respuestas
Más que los huesos fríos
En los labios del viento
En el fin de los tiempos las palabras
Lentamente caen
Ecos de desvelo
La ola en el mar altisonante
Noche incierta
Sorda
Sombra del azar
Sed de sombras muertas
Heridas de ceniza
Sobre el bien
Sobre el mal
Sobre la indiferencia
Después de todo
Cementerio de las semillas
Cruz llorando en las pupilas
Delirios de encono
La misma sangre
La mordaza de la bruma
La tripulación de los sueños del hombre
La sal perenne de los eclipses
La sombra de los dioses
En oscuros espejos
Vacío el vacío del tiempo
Oscuridad de principio a fin
Siega nocturna de pájaros
El brebaje de la muerte
En el rocío
Eco del cierzo
Medida solitaria del deseo
Por la memoria
Que rastrea las cenizas
Y nos concede las esferas del martirio
Hueco instrumento
Donde empiezan los errantes agujeros
De los acantilados
Hoguera que nos deja
Una tranquilidad vacía
De metal enmascarado
Hay mármol perplejo de la luna
Alambique petrificado
En el sigilo de rugosas telarañas
Sueño que no ve
—escoria de mariposas
Por el fermento del terror—
Sino en las lenguas del cieno
Donde los ojos sin orbitas
Devoran ansiosos candelabros.
André Cruchaga
Septiembre 12 de 2003