MADRE E HIJO
El poeta
bebe el agua del Tigris y del Éufrates,
se desvela y a veces tiene caspa,
y en los alones tiene reservado su puesto
y los zorros lamen su mano antes de huir espantados
por el bronco sonido de su verso.
De púas, de cuchillos, es la piel del poeta.
Con el despertar de la luz sangra la piel del poeta.
A veces, desalado, silencioso,
desierto de los pies a la cabeza,
anochece de bruces en su cama.
La envidia del poeta es amarilla,
su ilusión es azul como el cielo sin guardas.
A ratos a sí mismo se devora, se corta en pedacitos, se reparte.
Piedad Bonnett