LOS VIENTOS
Usted no puede imaginar
cómo andaban estos vientos anoche.
Se les vio los ojos centelleantes,
largo y rígido el rabo.
Nada pudo desviarlos
ni oraciones ni votos
de una choza
o de un barco solitario
de una granja
de todas esas cosas necesarias
que ellos destruyen sin saberlo
Hasta que esta mañana los trajeron atados.
Cogidos por sorpresa, lentos enamorados
Cuando vagaban pensativos
Junto a un campo de dalias.
Esos de allí a la izquierda
Dormidos en sus jaulas.
Nicolás Guillén