WEST INDIES LTD.
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¡West Indies! ¡West Indies! ¡West Indies!
Este es el pueblo hirsuto,
de cobre, multicéfalo, donde la vida repta
con el lodo seco cuarteado en la piel.
Éste es el presidio
donde cada hombre tiene atados los pies.
Ésta es la grotesca sede de companies y trusts.
Aquí están el lago de asfalto, las minas de hierro,
las plantaciones de café,
los ports docks, los ferry boats, los ten cents...
Éste es el pueblo del all right
donde todo se encuentra muy mal;
éste es el pueblo del very well,
donde nadie está bien.
Aqul están los servidores de Mr. Babbit.
Los que educan sus hijos en West Point.
Aqul están los que chillan: hello baby,
y fuman «Chesterfield» y «Lucky Strike»
Aqul están los bailadores de fox trots,
los boys del jazz band
y los veraneantes de Miami y de Palm Beach.
Aqul están los que piden bread and butter
y coffe and miik.
Aqul están los absurdos jóvenes sifillticos,
fumadores de opio y de mariguana,
exhibiendo en vitrinas sus espiroquetas
y cortándose un traje cada semana.
Aquí está lo mejor de Port-au-Prince,
lo más puro de Kingston, la high life de La Habana...
Pero aquí están también los que reman en
lágrimas,
galeotes dramáticos, galeotes dramáticos.
Aquí están ellos,
los que trabajan con un haz de destellos
la piedra dura donde poco a poco se crispa
el puño de un titán. Los que encienden la chispa
roja, sobre el campo reseco.
Los que gritan: «¡Ya vamos!», y les responde el eco
de otras voces: «¡Ya vamos!» Los que en fiero tumulto
sienten latir la sangre con sílabas de insulto.
¿Qué hacer con ellos,
si trabajan con un haz de destellos?
Aquí están los que codo con codo
todo lo arriesgan; todo
lo dan con generosas manos;
aquí están los que se sienten hermanos
del negro, que doblando sobre el zanjón oscuro
la frente, se disuelve en sudor puro,
y del blanco, que sabe que la carne es arcilla
mala cuando la hiere el látigo, y peor si se la humilla
bajo la bota, porque entonces levanta
la voz,que es como un trueno brutal en la garganta.
Ésos son los que sueñan despiertos,
los que en el fondo de la mina luchan,
y allí la voz escuchan
con que gritan los vivos y los muertos.
Ésos, los iluminados,
los parias desconocidos,
los humillados,
los preteridos,
los olvidados,
los descosidos,
los amarrados,
los ateridos,
Ios que ante el máuser exclaman: «¡Hermanos
soldados!»,
y ruedan heridos
con un hilo rojo en los labios morados.
(¡Que siga su marcha el tumulto!
¡Que floten las bárbaras banderas,
y que se enciendan las banderas
sobre el tumulto!)
Nicolás Guillén