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REFLEXIONES DE UN CENTINELA EN LA VÍSPERA DEL COMBATE

El sol iba a morir. Su lumbre pura
Doraba los lejanos horizontes
Y vibrando en la cresta de los montes
Rasgaba su luciente vestidura.

Sobre un cerro que, corvo y empinado,
A la florida selva el paso cierra,
Con todo el aparato de la guerra,
Centinela sagaz vela un soldado.

Ya marcha altivo en ademán guerrero,
Ya se detiene al empuñar su lanza
Y alarde haciendo de marcial pujanza
Al aire Mande el matador acero.

Contra los duros árboles lo esgrime:
El eco al golpe con dolor suspira,
En los cristales de la fuente gime
Y entre las olas murmurando espira.

"¡Muerte, idea de horror! ¿Y la esperanza
Que en este ardiente corazón se agita?
¿Y mi noble ambición caerá marchita
Al rudo golpe de enemiga lanza?

Y ya no más amor, no más pasiones...
El porvenir me cerrará sus puertas...
Ni blandas al pasar las ilusiones
Darán calor a mis cenizas yertas.

¿Y por qué he de morir? ¿La muerte acaso
A todo hiere con sus negras alas?
Entre las nubes de encendidas balas
¿No podrá mi valor abrirse paso?

¡Y yo pude temblar, necio y cobarde!
Mañana cuando el sol haya apagado
Su antorcha en los celajes de la tarde
¿Quién osará decir que yo he temblado

Tiemble aquél cuyo brazo con la tea
El odio armó, o en la ambición se lanza;
Nunca en mis manos temblará una lanza
Que defiende a la patria en la pelea.

Al combate, al combate, no más calma,
Emoción del peligro ¡yo te ansío!
Que al fuego del valor templado el alma
Recobre altivo su indomable brío.

¡Qué hermoso es el corcel, cuando tendido
Al rumor de los bélicos clarines,
Barre la arena con sus largos crines
Al par que con su ardiente resoplido!
Y como un par de acero refulgente

Girando en caprichosos oleajes
Lanzas, pendones, sables y plumajes
Avanzan en tropel confusamente.
Y selvas de apiñadas bayonetas

En la inflamada atmósfera vomiten
Nubes de fuego, en tanto que repiten
Los ecos del sonar de las trompetas.
Y se oigan en confusa gritería

Del ataque el clamor, voces de mando,
Y el rugir de la ronca artillería
Los aires con estrépito rasgando.
¿Quién no hará entonces de valor alarde?

¿Quién sordo al eco del marcial estruendo
En más la vida que el honor teniendo,
Huirá el peligro, el corazón cobarde?
Nadie: que todos buscaran la gloria,

Y al centro de las huestes enemigas
Iremos a clavar en sus lorigas
Los pendones que anuncien la victoria.
¡Y qué dulce será para el soldado,

Aún coronado de fatiga y gozo,
A su patria anunciar con alborozo
Nueva feliz del triunfo conquistado!
¿Qué hermosa entonces de su noble pecho

Rechazará el amor y sus caricias?
Cuando la gloria brinda en su lecho
¿Podrá el amor negarnos sus delicias?

Entonces, a los bélicos redobles
Sucederán cariños hechiceros:
La gloria y el amor son compañeros
Y por amor y gloria somos nobles.

Calló el guerrero: el alma enardecida
Fingió sueños de gloria y de fortuna,
Y en su lecho de nubes adormida,
Blanca en el cielo apareció la luna.

Campamento de Paso Pucú, 1867

autógrafo

Natalicio Talavera


Natalicio Talavera

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