XVII
INFINITO Y MOTOR
Diminutas bandas peregrinas del aire
llevan de un hilo
tensa mi atención.
Con su disciplina, su frío y su mecha
¡qué lejos de mi encuentro,
de repente, a mi yo!
¡Nadie dispare sobre esta vida del cielo!
—En pluma y pico,
afán campeador.—
Nadie ponga cepos ni redes
a quienes vuelan volando su corazón.
Hay un ay en la copa del árbol
cuando pasa la banda
rozando su flor.
Hay un ay en el hacho del monte;
hay un ay en la nube sonámbula.
Hay un ay en la corte de Dios.
Sumergido en silencio verde
y en el silencio del campo del sol,
los giros errabundos se trazan
en armonía con mi yo.
Voy dibujando, creo dibujar,
según mi deseo interior,
la elipse, la parábola, el círculo,
y la muda espiral de amor.
Voy con un cántico insonoro
adornando mi aviación:
este vuelo que no sé si es mío,
de los pájaros o del creador.
Se acaban los tamaños del mundo,
y el tiempo pierde su reloj.
Las estrellas se caen al fondo,
no hay más que infinito y motor.
José Moreno Villa