A UN POETA EMIGRANTE
En tu espíritu noble, dulce, amable, discreto
—hostil a lo que brilla—, está lo que alborea,
lo que sugiere vago, lo que tienta secreto,
flor sin nombre, que un aire de suspiros orea.
Añoranzas, matices, sutiles arreboles,
sospechas y un recuerdo del porvenir que alumbra
el latente mañana en los pasados soles...
Tu verdad —¡la Verdad!— es sólo la penumbra.
No luches, que eso es pobre; ni procures, que es necio:
ten siempre a flor de labio la piedad y el desprecio.
Enarbola en tus armas una leyenda vaga.
Elige un fuerte escudo y envenena tu daga.
Y si la fealdad sale a detenerte acaso,
mata: la mala hierba debe cortarse al paso.
Manuel Machado