LA CANCIÓN DEL OTOÑO
I
Zumba ¡oh viento! Zumba y ruge
dispersando la simiente,
que la crústula reviente
a la furia de tu empuje.
La hojarasca cruje, y cruje
el ramaje tristemente;
que tu garra prepotente
los retuerza y los estruje.
Resonando las serojas
se estremecen al chasquido
que crepita en las panojas,
y es canción en la espesura,
en las ruinas alarido
y en los nervios crispatura.
II
Bajo el oro fulgurante
del espacio, la llanada
se enrojece caldeada
por el sol reverberante;
y es la milpa, centellante
por la escarcha de la helada,
blonda virgen cobijada
con un velo de diamante.
Oro y grana las campiñas
que el divino cielo cubre,
son sembrados y son viñas,
y a los soplos otoñales,
los viñedos seca octubre
y noviembre los maizales.
III
Ancho río, cauce angosto,
ya no se oye vuestro acento;
hoy seguís en curso lento
resecados por agosto.
Por el zumo del remosto
cuando corre, pasa el viento
preludiando tremulento
la anacreóntica del mosto...
Alza a ti la criatura
un acento soberano,
pues le ofrece tu ternura
¡oh invisible Pan divino!
tu substancia, que es el grano,
y tu sangre, que es el vino.
Manuel José Othón