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UNA NOCHE DE BROMA

  Sepa el curioso lector
Que el señor don Nicolás
De Tolentino García
Es un señor muy formal.
  Ítem más: es contador,
Y lo era treinta años ha,
De un conde... de no sé cuántos,
Que nunca supo contar.
  Ítem más: ama en extremo
A Inés, su dulce mitad,
Aunque ésta tiene un compadre
Con el ítem de galán.
  Ítem más: su dulce Inés
Manda al buen don Nicolás,
Y él dice: en eso consiste
La ventura conyugal.
  La casa de Su Excelencia
Me toca a mí manejar,
Y ella maneja la mía:
No hay cosa más natural.
  ¡Oh! y ella sabe de cuentas,
Y es mucha su habilidad
En las reglas sobre todo
De dividir y restar.
  Ítem más: el consabido
Tiene diez vástagos ya;
Sí, señor; que también sabe
Su esposa multiplicar.
  Ítem más: tiene un sobrino
Que come como un gañán:
Ítem más: una cuñada...
¡Este sí que es ítem más!
  Ítem: la contaduría
Da a toda esta gente pan,
Porque en la partida doble
Es ducho don Nicolás.
  Ayer, que fue su cumpleaños
(Y en esto no hay que admirar,
Porque hay contador de grande
Que es casi una eternidad),
  Con danza y broma nocturna
Lo quiso solemnizar,
Y convidó a sus amigos
Y a toda la vecindad.
  Yo vivo en el cuarto bajo
Y él habita el principal,
Y fui por tanto admitido
En su amable sociedad.
    Dos docenas de mozuelas
Deseosas de bailar,
Unas codiciando amante
Y otras por tenerle ya:
  Otros tantos señoritos
Que con talante marcial
Por no haber sillas vacantes
Iban de acá para allá:
  Las madres en el brasero
Hablando del temporal,
De tenderos y criadas,
de alguna enfermedad:
  Cuatro viejos que bostezan,
Y engolfados acullá
Otros cuatro en el tresillo
Regañando por un real:
  Los diez vástagos citados,
De trece años el que más,
Y otros seis de los vecinos
Armando un ruido infernal.
He aquí bien numerada
  La concurrencia ítem más:
El compadre de Inesita,
Que se me olvidaba ya.
  Debiendo advertir que un decem-
Viro de menor edad
De los ya citados (y era
El más grato a la mamá);
  Digo que un rapaz de aquellos,
¡Notable casualidad!
Se parecía al compadre
Del señor don Nicolás.
  Más de una hora pasó
Celebrando cada cual
Los hechizos infantiles
Del consabido rapaz.
  ¡Con qué gracia el angelito
Gritaba, comía pan!
A uno le pedía cuartos;
A otro le ensuciaba el frac...
  Hizo treguas un momento,
Cansado ya de jugar,
Mientras todos celebraban
Su viveza natural.
  Vaya, haz algo; no te duermas;
Vaya, luego dormirás,
Le decía doña Inés,
Con ternura maternal.
  ¿Y qué hace entonces Carlitos?
Levanta la mano y ¡zas!
Sacude una bofetada
A su hermanito carnal.
  El pobre Juan..., ya se ve,
Coge y échase a llorar,
Y su madre le regaña;
Y ¿qué ha de hacer? Llora más.
  Calla, ¡mal criado! ¡Bruto!
¡Si me duele! ¡Voto a san...!
¡Calla! ¡Vete! ¡Lucifer!...
Este hijo me va a matar.
  En fin, sobre el bofetón
Llevó su azotaina Juan...
¡Y era un sol el pobrecillo!
¡Y parecido a papá!
  Al cabo de media hora
Se restableció la paz,
Y otra media se pasó
En mirarnos y callar.
  ¿Cuándo se baila, señores?
Dijo yo. ¡Fatalidad!
Los músicos no vinieron.
Aun faltaba este ítem más.
  Una guitarra con muermo
Lo pudo al fin remediar,
Y se bailó un rigodón
Con harta dificultad.
  Quiso obsequiarme Inesita
Dándome para bailar
Una intendenta honoraria
Con más años que el Corán.
  Y aun pensó hacerme Inesita
Una gracia singular;
Que la intendenta era allí
La primera autoridad.
  Un zángano de treinta años,
Entre mico y sacristán,
Bailó luego la gavota
Con una niña, y muy mal.
  Pero como así lo mandan
Las leyes de urbanidad,
Fui cómplice a mi despecho
Del aplauso universal.
  —Que cante ahora Luisita.
—¡No, no! Me voy a cortar.
—¡Que cante! —¡Si estoy tan ronca!
—¡La modestia! —No, no tal.
  —Una coplita del Chairo.
Te acompañará don Blas.
—Con mucho gusto. —No, no:
La guitarra está fatal.
  —¡Con una voz tan bonita!
—¡Que no! Otro día será.
—¡Vaya! Una copla siquiera.
¿Nos quiere usted dejar mal?
    —Bien, ya que ustedes lo exigen...
Pero ¡si no sé cantar!
—Señorita, ¡por favor!
Señorita, ¡por piedad!
  —Yo solo sé cantar arias.
—Y yo las sé acompañar.
No hay excusa. —¡Qué porfía!
—¡Si luego se burlarán...
  Yo no sé si estoy en voz.
—Pruébela usted con don Blas.
—Bien: hablen ustedes fuerte;
No me oigan talarear.
  Después de veinte minutos
De probar el mi  y el la,
Y de templar la guitarra,
Y de volverla a templar,
  Impone don Blas silencio
A toda la sociedad;
Se suena Luisita, tose,
Y decídese a cantar.
  Mas con labio balbuciente
Y enredando con el chal,
Apenas aulló el andante
De una voce poco fa.
  No hubo fuerzas que la hiciesen
Hasta el alegro avanzar.
Me da vergüenza; no puedo;
¡Bah! No hay que cansarse; ¡bah!
  En esto dieron las doce
Y empezó el ceremonial
De despedidas y besos,
Y lo de esta casa está...
  Yo que no era de los que...
Se quedaban a cenar,
Sin decir Dios guarde a ustedes
Di a correr hasta el zaguán
  Y tal estoy de la broma,
Que antes me dejo empalar
Que otra vez ser convidado
De ningún don Nicolás.

autógrafo

Manuel Bretón de los Herreros


Romances IX

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