EL GALGO Y EL CERDO
La sobriedad nos conviene
Y nos mata la pereza:
Esta fábula lo reza,
Que es una lección de higiene.
Desde su hedionda pocilga
Cierto marrano archibruto
A un ligero galgo enjuto
Tales sandeces endilga:
«Pobre animal baladí
Que estás hecho una silueta,
¿Eres dómine, o poeta?
Lástima tengo de ti.
»Gracias, le responde el galgo,
Por tu amistoso interés;
Pero, tal como me ves,
Más puedo que tú y más valgo.
»¡Sí, cruzando valle y loma,
Y expuesto a más de un percance,
A una liebre das alcance
Para que otro se la coma!
»Cierto; mas de la victoria
La parte mejor reclamo:
El provecho doy al amo
Y me reservo la gloria.
»¡Bah! ¿Qué es la gloria?
Humo vano.
Yo, a tales quimeras sordo,
Como, y duermo en paz y engordo,
Replica el tosco marrano.
»Por ventura ¿estoy yo hambriento?
El amo no me limita
La ración que necesita
Mi sobrio temperamento.
»Conservo así la aptitud
Que pide mi noble oficio,
Y aire puro y ejercicio
Fortalecen mi salud,
»Entre el hogar y la caza,
Así, bestia descreída,
Quince años y más de vida
Concede el cielo a mi raza.
»Tú, cuyo sensorio embota,
Ya de suyo torpe y basto,
Entre inmundo cieno el pasto
Del salvado y la bellota;
»Tú, cuyo destino cierto,
Tras llevar tan feo nombre,
Es cebarte vivo el hombre
Para devorarte muerto;
»Tú, cuya importancia es nula
Para tanto orgullo, ignoras
Que están contadas tus horas
Y es tu enemigo la gula.
»Cumplido apenas un año
Darás el postrer resuello,
Y tras de horrible degüello
Te sacarán el redaño;
»Y el de muerte tan funesta,
Sin duelo de tu agonía,
Será en esta casa día
De regodeo y de fiesta.
»Ya preparan: la sartén,
Ya hacen de tu carne trizas
Y con ella longanizas,
Que yo he de probar también...»
Su filípica severa
Suspendió el galgo ladino
Porque advirtió que el gorrino
Se durmió... como quien era.
El estúpido glotón
Que, sin más Dios que su panza,
Vive en vergonzosa holganza
Como el citado lechón,
Tema apresurar el día
En que le lleve al lucillo,
Si no acerado cuchillo
Fulminante apoplejía.
Manuel Bretón de los Herreros