EL MONO Y EL BUEY
Asomado al mirador
De la caprichosa Inés,
Un mono, que es su delicia,
Así interpelaba a un buey:
«Torpe y rústico animal,
Cuya innata pesadez
Es proverbial, sólo en ella
Tu timbre está y tu poder.
»Y con ser tanta, es aún
Más grande la estupidez
Con que tu cerviz robusta
Al yugo humillada ves.
»Ora chillona carreta
Arrastras, ¡donoso tren!
Y con ella ricas viandas
Que tú no habrás de comer;
»O bien de negro carbón
Cien arrobas y otras cien;
Del carbón a cuya lumbre
No calentarás la piel.
»O por un gañán guiado,
Tosco y pesado también,
Surcas árido barbecho
Nueve horas al día o diez.
»Y el premio de servidumbre
Tan irritante ¿cuál es?
Dormir en establo inmundo,
Y al raso más de una vez;
»Y tres meses mantenerte
Con grama o con alcacer,
Y con heno seco y duro
Los nueve restantes. ¡Bien!—
»Cierto, más holgado vives,
Aunque no mucho, a mi ver,
Pues a cadena perpetua
Condenado estás. —¿Y qué?
»No por castigo la llevo,
No por sentencia de un juez,
Sino porque valgo mucho
Y no me quieren perder.
»¿Qué me importa una cadena
De cinco varas o seis,
Si con ella libremente
Los brazos muevo y los pies?
»Mira cómo me columpio,
Salto y brinco a mi placer,
Y abanico a mi señora,
Y casco y mondo una nuez.
»Y hago el marcial ejercicio
Mejor que un zuavo de Argel,
Y echaré un día si quiero
Una mano de ajedrez.
»Y cual otro Paganini
Toco violín o rabel,
Gracia que con otras muchas
Me enseñó un piamontés.
»Y con servilleta al hombro
¡Hubiérasme visto ayer
Servir a ocho convidados
El café y el pluscafé!
»Y vestido de botarga
Con pandera y cascabel,
Soy capaz de hacer reír
A un embajador inglés.
»Y ya me han visto en las calles
De Madrid y de Aranjuez
Darme tono y hacer muecas
Sobre un brioso corcel.
»En suma, eres un bufón
Ridículo, ya lo sé,
Y sólo con eso tienes
Todo lo que has menester.
»Rían de mí en hora buena,
Mientras a pasto me den,
Entre caricias sin fin,
Ave, conserva y pastel.
»Mas no por payaso insípido
Alcanzo yo tanta prez,
Sino por mi noble raza.
¿Noble tu raza? ¿Por qué?
»Pues ¿no ves cuán parecido
Al privilegiado ser
Que llaman hombre soy yo?
¡Jesús, María y José!
»Sí, señor; y aunque otra cosa
Digan Buffon y Cuvier,
Hay muchos naturalistas
De mi opinión: ¿está usted?
»O de hombres vienen los monos,
Que perdieron por cualquier
Accidente el don de hablar
Y la blanca y suave tez;
»O tanto irán progresando,
Que al fin llegarán a ser
Tan hombres como Escipión
Y César y Hernán Cortés.
»Desde antes que del diluvio
Le preservase Noé,
Siempre el mono fue una bestia,
Fea, lasciva y soez.
»Y eso, y no más, eres tú,
A pesar de tu oropel,
Y eso tus hijos serán
Y los que nazcan después.
»Tus mimos y tus regalos
Yo no codicio, no, a fe,
Hijos de antojo pueril
O de mezquino interés.
»Sobrio por temperamento,
Grave, sesudo, y tal vez
Filósofo a la manera
Que Pitágoras lo fue,
»Con yerbas engordo yo
Más que tú con el bistec,
Y de juglar despreciable
No te envidio el ruin papel.
»No a falsas genealogías
Como tú recurriré
Para probar la nobleza
De que se ufana mi grey;
»Ora indómita y altiva
Lidie en ancho redondel
Con afamados maestros
De Sevilla o de Jerez;
»Ora después que tirano
La castra, contra la ley
De naturaleza, el hombre
Con hierro aleve y cruel.
»Mi buen nombre en el zodiaco
Leerás, si sabes leer,
Y a dos ciudades de España
Le he dado, Toro y Teruel.
»Y en forma de toro Jove,
Con ser de los dioses rey,
De la bella ninfa Europa
Fue raptor y palafrén.
»Mas ya que a tales blasones
Crédito entero no des,
Otro auténtico y más grande
Puedo alegar, ¡voto a quién!
»Cuando al Redentor del mundo
(¡Mal se lo pagó Israel!)
Dio a luz la Virgen María
En el portal de Belén,
»No el alto honor inefable
Cupo de verle nacer
A un asqueroso macaco,
Sino a un corpulento buey.
»Por útil y laborioso
Obtuvo aquella merced,
Que Dios no quiso otorgar
A brutos de tu jaez».
A tal filípica el mono
No supo qué responder,
Volvió la grupa y saltó
Del balcón al canapé.
Y el cornudo catedrático
¿Hablaba sólo con él?
¡Ay! no; que la moraleja,
Recíbanla mal o bien,
Por carambola reprende
Al enfadoso tropel
De monigotes con fraque
Y monuelas con corsé.
Manuel Bretón de los Herreros