CARTA A JACINTO ALBÍSTUR
Estimado amigo:
Me habían puesto de buen humor algunos traviesos nenitos que Vd. conoce; ya
había llenado hasta el gollete mi puntiagudo tintero de cuerno de búfalo, y
tenía en la zarpa, a guisa de báculo, no de macana, la pluma con que escribí las
PLAGAS DE EGIPTO EN MADRID.
Dispuesto a entonar un Tedeum en prosa y verso, en loor de aquellos idolatrados
pichones, yo, inteliz ñacurutú, no miraba ya al Cruzero, que crispa los nervios
de algunos que piensan libremente, y contemplaba embelesado a la Osa mayor o
vieja y a los Perros de presa entre Escorpión y el Sagitario.
«Por dos deshonestas feridas llagado»; murmuraba entre dientes aquellos famosos
versos del sabio Rey cantor de las Querellas:
«A ti (...) leal
Cormano e amigo e firme vasallo
Lo que a míos homes por cuita les callo,
Entiendo decir plañendo mi mal:
A ti que quitaste la tierra e cabdal
Por las mías faciendas en Roma e allende:
Mi péndola vuela, escúchala dende,
Cá grita doliente con fabla mortal!»
Sentía ya revolotear a mi alrededor las sombras burlonas de Figueroa, Quevedo,
Rabelais, Faltaff, el cura de Vallfogona, el insulano de la Barataría y otros
buenos muchachos.
Volaba la pluma sobre el papel, gritando doliente con fabla mortal, y trazaba a
grandes rasgos con la grave seriedad y compostura que el asunto exije» la
escabrosa tesis relativa a la recta y genuina significación de las
bienaventuranzas, relacionadas con la violación escandalosa de los programas en
los certámenes literarios, y por ende con el pecado bufando cometido por la
Comisión de San José, según propalan malas lenguas; cuando recibí una carta y
dentro de ella la notable poesía que le acompaño.
Los elogios que tiene la bondad de dispensarme, arrastrado por sus simpatías, el
joven y aventajado poeta, autor de las Notas de un himno, no serán parte para
que por el temor de vulgares interpretaciones, deje de tributarle el caloroso
aplauso que merece.
Corrección en el lenguaje, fluidez y galanura ea la versificación, belleza
escultural en la forma, valentía en las imágenes, profundidad en los conceptos,
moralidad en el propósito, inspiración revelada por el sentimiento y la armonía
del conjunto, nada le falta. Zorrilla de San Martín es un poeta, y es tal porque
se inspira en las grandes fuentes del idealismo cristiano: la inmortalidad, la
fe, la esperanza, la caridad, verdaderos tesoros del linaje humano.
El ataque mas desleal e injusto, la crítica mas apasionada y acerba, qué
valdrían para mí, en presencia de sentimientos como los que expresa el Sr.
Zorrilla? Sentir las imperceptibles palpitaciones de un alma solitaria,
magnificadas por el timbre gigantesco de otras almas, resonar potentes y
vibradoras en el espacio, y convertirse en un himno en la mente y en el corazón
de los que amamos, es sin duda una de las grandes recompensas a que puede
aspirar el escritor o el poeta.
Hago a Vd. la justicia de creer que cualesquiera que sean sus opiniones
religiosas, y salvo su derecho de impugnar las contrarias, si lo cree oportuno
apreciando el mérito literario de la composición que le envío, se ha de
complacer en darle publicidad en las columnas de El Siglo.
Sabe Vd. que en la prensa es de buena ley trascribir lo que se combate, para que
las personas imparciaies estén en aptitud de juzgar, teniendo a la vista los
propios términos y conceptos del autor. El contendor leal abre el palenque a su
adversario, y le da luz y campo para que pelee. Ningún escritor verdaderamente
liberal (y la liberalidad en esto como en todo, consiste en obras y no en
palabras) incurre en el absurdo de querer hablar solo, ni se irrita cuando
otros, usando del mismo derecho de que él usa y abusa a su albedrío, manifiestan
con viril franqueza lo que sienten y creen.
En la persuasión que Vd. opina del mismo modo, le agradeaoo de antemano el
obsequio y me repito.
Su affmo. amigo - A. M. C.
Alejandro Magariños Cervantes