La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso.
SAN MATEO, VI, 22
Verte, ¡qué visión tan clara!
vivir es seguirte viendo,
¡para morir no me sirven
los ojos con que te veo!
no sé si puedo seguirlos,
no sé si seguirlos puedo,
pero me llevan, me empujan,
me arrastran hacia tu encuentro.
Mientras estoy a tu lado
te vivo más que te siento;
no sé mirarte, no sé
mirar quedándome ciego.
Todas las cosas del mundo
te dan reconocimiento:
tuya es el agua que tiene
tu tembloroso espejeo,
tuya es la tierra que piso,
tuya es la vida que tengo,
tuyo el corazón que vive
con sol después del encuentro.
Si vives siento tu paso
caminar sobre mi cuerpo;
si faltas puede la luna
equivocarse de cielo;
si vienes todos los astros
se apagarán un momento
y en la noche limpia y clara
tu cuerpo se irá encendiendo;
éste es el pie que tenía
son de granizo en el suelo,
éste es el cuerpo tan niño
que estaba aprendiendo a serlo,
éste es el pecho que miro
sin querer, y el alebeo
de la miel que gateaba
para bajar por tu cuello,
quiero aprender a mirar
tu cuerpo casi sin verlo;
no tengo prisa en los ojos:
vivir es seguirte viendo;
no tengo prisa, tú eres
claustro donde me destierro,
núbil paciencia de playa,
tranquilísimo desierto,
¡verte para amarlo todo
porque si el ojo es sincero
se irá haciendo luminoso
al contemplarte mi cuerpo!
* * *
Verte, ¡qué visión tan clara!
vivir es seguirte viendo,
como sólo ve la luz
el ciego de nacimiento.
Caminas junto a mi lado,
y un viento alegre y marcero
para cegarme de ti
me envuelve, me está envolviendo.
La tierra siente tus pasos
tal vez como yo los siento,
la tierra que tú pisares
quiero que cubra mi cuerpo.
¡Verte, Abril, verte tan solo,
y el trigal limpio y moreno
tendrá su candelería
encendida bajo el cielo!
hojas de plata cantora
tendrá el álamo en invierno
y tintinearán mis ojos
levemente con su tiemblo.
No hay sol, no hay luna, no hay
nada sino este silencio
de estar viviendo a tu lado
sin sol, sin luna, sin tiempo.
Viéndote, ¡todo es tan claro!
viéndote todo es tan cierto
que el latido de mi sangre
siente en ti su alumbramiento.
Ya en la vida y en la muerte
Abril, solamente quiero
vivir junto a ti, vivir,
vivir y verte viviendo,
cuando terminan las clases
y dan las doce en el cielo
cuya luz va rodeándote
de un resplandor velazqueño,
allí, junto al ventanal,
volviendo a sentir el vuelco
del corazón que se queda
mirándote tan pequeño,
allí donde todo puede
morir y nacer de nuevo,
no sé si pueden seguirte
mis ojos cuando te veo,
no me sostienen, no sé
casi sostenerme en ellos,
pero me llevan, me empujan
hacia ti, yo no los llevo,
me arrastran, yo no los sigo;
no sé cerrarlos, no puedo
cerrarlos, no sé vivirlos:
vivir es seguirte viendo.
Luis Rosales