EPITAFIO A DOLORES
Dolores, costurera de mi casa,
añosa de mi casa, veja amiga;
era tu corazón crujiente miga
de pan; eran tus ojos lenta brasa
del horno dulce donde Dios Amasa
en bondad nuestros huesos, donde abriga,
con su insomne calor, al que mendiga
la sed de la humildad y el agua escasa.
En noble lienzo blanco entretejiste
mi amor y tu costumbre, y ahora siento
la túnica inconsútil de tus manos.
Una mañana, en soledad, dormiste;
aún infantil de risa el pensamiento,
aún negros los cabellos entrecanos.
Leopoldo Panero