III. A LA PEONA EZEQUIELA FARÍAS
Nació y murió
junto a una vaca.
Entre sus manos duras,
la suavidad del mundo
tomó formas de vaca.
Un silencio de vaca
la ciñó hasta los pies
como su delantal:
un silencio cantante,
más puro que la égloga.
Delante de sus ojos,
los días y las noches
australes desfilaron
como vacas macizas.
La tierra en que hoy descansa
—gorda, sumisa y útil—
se parece a una vaca.
Leopoldo Marechal