EL POEMA DE ROBOT
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Podría ser que atentos a mi ultima estrofa,
se dijesen algunos que aliviano el poema
con las fáciles plumas de la comicidad.
Advierto yo a esos héroes que naufragan
en el bacín lujoso de Aristóteles,
que mi poema es trágico y risible
como un final de siglo.
La risa visceral de la Comedia
no ha de ser inferior a los hipos del Drama.
Si lo cómico nace de cierta privación,
límite o quebradura de algún ser,
todo lo que se instala fuera del Gran Principio
ya es cómico en alguna medida razonable.
La muerte de Robot me ha dictado sentencias
que ya diré a su tiempo y en lugar exactos;
pues escandalizar a los mayores
también es evangélico.
Desde que yo, el aeda, perpetré mi laudable
quemazón, de teorías y cisnes literarios,
no se aburren las Musas, y el poema
recobra su abnegada vocación
de apresar lo decible y lo indecible.
Leopoldo Marechal