IV. DEL ADMIRABLE PESCADOR
Perdido manantial, llanto sonoro
Dilapidado ayer en la ribera
De la tribulación, quién me dijera
¡Que pesarías en balanza de oro!
Rumbo de hiel que todavía lloro,
Crucero sin honor y sin bandera,
¡Quién me diría que a la primavera
Del cielo caminaba tu decoro!
Y cuando recelosa y desvelada,
Puesta en su mismo llanto la mirada,
Mi soledad entre dos noches iba,
¡Quién le dijera, para su consuelo,
Que abajo estaba el pez en el anzuelo
Y el admirable Pescador arriba!
Leopoldo Marechal