V. DEL HOMBRE, SU COLOR, SU SONIDO Y SU MUERTE
Nuestros idiomas en guerra
son alabanza del día.
El día nuevo tiene la forma de un vaso:
pide colmarse de nuestra música.
Somos ligeros
y en nuestro baile no se fatiga la tierra;
vamos unidos, alta mazorca de humos.
Aventamos palabras
en los caminos de la mujer y del hombre:
y arrecia la mujer igual que un viento.
«Puras conversan las armas
a mediodía —dijimos—:
nunca segaron del todo la mies».
Y nuestra sangre al sol
es la rosa más roja...
Sonido de hombre, color de hombre,
¡arraiguemos ese poder en el día!
El día nuevo tiene la forma de un vaso:
pide colmarse de nuestro color.
Pero decimos al fin:
«Color extranjero somos,
y se ha demorado el pie
junto a la tierra y su baile.
Manos de segador alzaba el tiempo:
somos un humo que busca la patria del humo».
Así cantamos al fin,
y es alabanza del día.
El día nuevo tiene la forma de un vaso:
pide colmarse
de nuestra muerte.
Leopoldo Marechal