LUNA CREPUSCULAR
La tarde sobre la palpitación marina,
Donde finos lingotes el Ocaso fragua,
Parece aprontarte una divina
Anegación de luz y de agua.
Tu alma ligera como la velutina,
Sobre las leves siluetas
De aquel pálido conjunto,
Anticipa en encanto de lunar asunto.
Los habituales Angelus violetas.
El jardín, con sus íntimos retiros,
Dará a tu alado ensueño fácil jaula,
Donde la luna te abrirá su aula
Y yo seré tu profesor de suspiros.
El astro, entre los árboles espesos,
Hará a nuestra miseria suntuosa tramoya;
Y por no desprendernos de tan alta joya,
Nos moriremos de hambre, de poesía y de besos.
Mas, ya la luna con amable trueque,
Por el balcón que en fondos lilas se dilata,
Libra en blanco —naturalmente— su cheque,
Y estamos ya nadando en plata.
Con no sé qué presagio obscuro,
Tu mente en penas vagas se encapricha;
Y mi amistad ofrece a tu desdicha
Una fidelidad de viejo muro.
En el coqueto cruce
De tu fichú casi estricto,
Para mi amor, como la sombra adicto,
Tibiezas de perla la luna trasluce.
La soledad de nuestra ventura,
Reina sin la impureza de un estorbo,
Y cada beso bebe alma como un sorbo
De agua sensible y obscura.
El espejo, que ansiando la doble certeza
De tu imagen, con ojos insaciables taladro,
Adquiera al llenarse con tu belleza
Una dignidad de noble cuadro.
En su macilento
Baño de luz, tu cuerpo sumerge
Su blanco estremecimiento;
Y yo vigilo cual taciturno conserje
Aquel pálido portento.
Sólo la luna puede tocar con sus destellos
El íntegro alabastro de tu persona,
Cuando desciende sobre tus cabellos
Con una serenidad de corona.
Y para que postergue
Su caricia oportuna
Como un sueño futuro en nuestro albergue,
Tu desnudez será su lámpara, una
Suave lámpara llena de luna.
La aguda sutileza
Con que mi amor deleito
Provocando a tus gracias dulce pleito.
Doblega tristemente tu cabeza.
En el azul ambiguo
Donde la luna su ópalo incrusta,
Asume la hora una serenidad augusta
De crepúsculo antiguo.
Sobre la armonía griega
Del paisaje, que casi nocturno ya reposa,
El crepúsculo mezcla un vaho rosa
A aquel débil oro de luna veraniega.
En la onda cercana,
Pasea un cisne su fineza de duque;
Y parece que por la abierta ventana
La tarde nos meciera como un tranquilo buque.
Leopoldo Lugones