DE LA MARQUESA DE AYAMONTE Y SU HIJA, EN LEPE
A los campos de Lepe, a las arenas
Del abreviado mar en una ría,
Extranjero pastor llegué sin guía,
Con pocas vacas y con muchas penas.
Muro real, orlado de cadenas,
A cuyo capitel se debe el día,
Ofreció a la turbada vista mía
El templo santo de las dos Sirenas:
Casta madre, hija bella, veneradas
Con humildad de prósperos vaqueros,
Con devoción de pobres pescadores.
Si ya a sus aras no les di terneros,
Dieron mis ojos lágrimas cansadas,
Mi fe suspiros, y mis manos flores.
Luis de Góngora y Argote, 1607