RONDELES
II
A Eduardo Castillo
Señora, Dama, dueña de mis votos!
¿cuándo veré tus ojos encantados
tus manos inasibles, tus dedos ahusados,
y tus cabellos —piélagos ignotos—
¡Cuándo veré tus ojos encantados
y oiré tu voz de ritmos sosegados…!
pero serán todos mis sueños rotos
por el furor de inevitables notos…
y tus manos pequeñas—los dedos ahusados—
no curaran mis rudos alborotos,
ni daran paz a mis martirizados
labios, que ardieron odios y sedes y pecados…!
Señora, Dama, dueña de mis votos!
nunca vere tus ojos encantados,
ni tus cabellos —piélagos ignotos—
no oiré tu voz de ritmos sosegados…
¡ni besaran tus labios ambiciados,
sobre mi frente, mis ensueños rotos…!
León de Greiff