XXII
Acostumbran los cielos a entregarse
sin vida en el asfalto.
Mueven la luz en busca de los cuerpos.
Su mecánica es dulce y se repite,
como tu corazón
cuando me prefería.
Una sombra sin dueño,
algo que no es la noche,
pero que surge andando de su vientre,
al regresar se acerca, se confunde,
pasa lejanamente hasta perderse.
Miro mi soledad
volver sin mí, desnuda,
de donde yo la llevo,
un la umbría derrota de sus pasos,
de portal en portal, rumor sin nadie.
Luis García Montero