VI
Tú que no eres el mar,
que tiemblas como un pájaro cuando te mira el viento,
que caminas las rocas, el sol de las orillas,
la razón del océano.
Tú —despertar sin brújula—
que navegas la calma más sabia y la tormenta,
el tiempo imprevisible, la piel embravecida
a la luz de las sábanas.
Tú que no eres el mar,
que no siempre regresas,
que pueblas con botellas escritas y resacas
los labios de la tierra, la cintura nublada
de las últimas lunas.
Tú que ordenas la sal,
tendrás un largo sueño,
te contarán la historia de un naufragio.
Luis García Montero