SI TODO VA BIEN, O SOBRE LOS LÍMITES DE LA POESÍA
No hay demasiado tráfico,
y si todo va bien tal vez lleguemos
a la hora prevista.
La casa de balcones frente al mar,
antigua y rodeada por edificios sórdidos,
se parece a la luz del mes de octubre.
Como un río, la tarde
sobre los puentes de las autopistas,
y en la espuma del mar desembocan los coches.
La sombra de la casa
discute igual que un padre con su hija
por las evocaciones familiares.
La palabra orgullosa del cemento,
el plástico en la voz de la gran superficie,
las inseguridades, la silenciosa mueca
en los labios cerrados de la hamburguesería
o en la duda del beso,
tiemblan sobre las vigas de lo que ya no existe,
sobre la complicada manera de entender
el chantaje del tiempo.
Hay huellas en las dunas y en las conversaciones.
Cuando lleguemos me preguntarás
por los cañaverales,
por la taberna de tu bisabuelo
y por las redes de los pescadores
hundidos en la niebla. Las preguntas
son a veces arena, tienen forma
de sueño en un anillo de cristal,
de pasado que vuelve con el viento
para mojar sus pies
en la tranquilidad de un paseo nocturno.
Será nuestro presente,
el que nos den las imaginaciones.
Al caminar unidos
sobre un mundo que nunca conociste,
mientras atiendo y calmo
las nuevas exigencias de tu curiosidad,
pensaré, sin decírtelo,
que si todo va bien
alcanzarás orillas que me serán ajenas,
nubes que ya no podré ver,
matrículas extrañas y ciudades
levantadas al filo de un paseo marítimo.
En la espuma del mar desembocan los coches.
Vete a saber lo que depara el tiempo.
Y si todo va bien,
ni siquiera tu voz podrá contármelo.
Luis García Montero