GRITO
Altiva, torva la mirada inquieta
giro en mi derredor hosco y airado
cual si quisiera desafiar al Hado
que a una vida de abrojos me sujeta.
Para darle valor, finjo el atleta
y el romano circo ensangrentado;
pero, al fin, de dolor caigo postrado
cual si me hiriese bárbara saeta.
¡Oh! Señor: tú que escuchas la agonía
de los que vierten incesante lloro,
ya que dejas me acose la jauría
que del pobre se burla, sin decoro,
para vengarme de esa turba impía
dame un azote con ramales de oro.
León A. Soto