RELACIÓN DE LAS FIESTAS DE TOROS QUE CORRIÓ LAS VILLA DE MECO a siete de junio deste año, y la guerra que tuvo con los de Alcalá de Henares: Dase noticia de la Canela y Azúcar-Piedra que repartió, y la grande cosecha que tuvo de palos y pedradas.
Compuesto por un poeta hijo de la piedra.
Véndese la Relación de la Canela a cuatro cuartos el pliego, porque no se dan palos de balde.
Pues el pintar los toros se excusa,
que tuvo Meco escuchen a una Musa
que se halló en la refriega,
y advierte Musa, que aunque seas gallega
(perdóname si peco)
hoy es preciso renegar de Meco.
Meco, que en la opinión que corre y vuela
es lugar es de la flor de la canela,
donde por ser Solar de les Garrotes,
Periquito nació, el de los Palotes:
Meco, cuyos varales con las gentes
suelen andar corrientes, y molientes,
tenía cinco Toros encerrados,
uno de muerte y cuatro deshauciados.
Pintar los Toros esta vez no quiero,
que lo hermoso se pinta, no lo fiero,
si bien sus varias pieles
me excusan de colores, y pinceles,
que pues eran manchados
naturaleza nos los dio pintados.
Pero Meco, que en piedras se resbala
desde luego en la Plaza entró de mala;
pues van todos en bullas
con su canto en la mano, como grullas
y al fin corren los Toros mal sufridos,
pero algunos pagaron los corridos.
Porque a siete de junio por la tarde;
Dios nos libre, y nos guarde,
que hasta el mismo Galeno
cuenta entre los fatales el seteno.
Y bien fatal fue el día,
pues apenas sangriento el Sol moría,
cuando el lugar se irrita con nosotros;
y los cantos se dan unos con otros;
que en semejantes Fiestas, de ordinario
nos dan con el suceso del Calvario.
Pintar quise los ripios en bosquejos
y lo que hice fue coger los lejos,
porque no es justo a Meco dar motivo
que yo le pinte y él me dé en lo vivo.
Que el quinto es, no matar, yo no lo ignoro,
pero viendo que han muerto el quinto toro,
Meco contra Alcalá de mano armada,
uno decía palo, otro, pedrada.
Yo, que de palos tuve mi presagio,
me aparté del contagio;
porque (si he de decillo)
se pega mucho el mal del garrotillo.
Para la guerra, que ninguno aplaca,
en carro, ni en pared dejan estaca,
que no holgó la madera;
un alcalde de palo lo dijera,
y en Meco lo dirán sin intervalo
que también los alcaldes son de palo.
Comienza la baraja por pedradas,
quiso Alcalá triunfar con las espadas,
y los niños, los mozos, los ancianos,
tanteaban las piedras a dos manos,
dando a entender en esto
cuando tiraban, que dejaban puesto.
A las tablas parece que jugaban,
y a los andamios del barato daban;
con que allí, si se advierte,
la de los dados fue la peor suerte.
Aquel día no holgó canto, ni teja;
y si acaso tiraban a una ceja,
aunque brutos no erraban un cabello,
que no discurren, pero dan en ello.
Yo en la iglesia me zampo,
al campo sale el uno y otro Campo,
frente a frente se miran en campaña
y entre tanto varal no hubo una caña.
Los de Alcalá disparan carabinas
y los de Meco trepan las colinas,
porque siempre estos santos
cogen las cuestas, y tambien los cantos.
Y siguiendo los mismos pareceres,
en Meco las mujeres
llevaban en las manos, por mas medras,
pocas Cortijas, pero muchas piedras.
Cinco caballos encendió la espuela
contra Meco, que siempre se rebela,
siendo la gente toda infanterías,
que nunca Meco usó caballerías
y en marciales tributos,
si les faltan caballos, sobran brutos.
Disparan los jinetes, y en el eco
ninguno quiere perdonar a Meco,
y a lo que los pedreros les decían,
con las bocas de fuego respondían,
que un arcabuz al sabio, como al necio,
no habla muy claro, mas lo dice recio.
Tan desnudo iba un pobre en nuestra tropa
que no podían darle a quemarropa;
y al verle como Adán en la cuadrilla
le sacaron de un palo una costilla.
Uno de los pedreros infelices
venía con un palmo de narices,
y tirándole un tajo de buen tomo,
siendo aguileño le volvieron romo.
Otro, que reventaba de valiente
fue general de Meco y de su gente,
y viendo que el bastón en las costillas
se le hicieron astillas,
dijo a los de Alcalá muy sacudido:
Palos a mí, que General he sido?
Tan grande golpe dieron a un mozuelo
que le hicieron besar de un palo el suelo;
si bien de que le bese no me espanto,
que sería el varal de palo santo.
Cierto clérigo fue descalabrado
y llevó un beneficio, mas curado;
al cura don Garcia, en la peleona
le guarnecen de piedras la Corona;
y algunos aquel día
tuvieron la ventura de García.
A un pedrero que hablaba mal distinto
señal que tira al blanco como al tinto,
(que en la respiración, y en el modelo
conozco bravos yo de mi majuelo);
y con furia tan loca
tal pedrada le dieron en la boca,
que sin dejarle diente, ni colmillo,
el brocal le quitaron al botillo.
A uno de Meco que los triunfos canta,
una piedra le tira a la garganta
un mozo alcaladino,
y el encañado le rompió del vino;
y llevó en la canción de su quebranto
mala garganta, pero bravo canto.
El mesonero que de la posada
salió a cobrar de alguno la cebada,
en un arcabuzazo
que le dieron, cobró el último plazo,
y en la cuenta que dio tanto se alarga,
que por un celemín llevó una carga.
Tocaron las campanas a rebato
viendo que el mesonero pagó el pato;
y aunque a guerra provoca
dije sentado: a quien toca, toca;
la campana no es justo que me engañe,
porque a mí, ni me toca, ni me tañe.
A este tiempo de Meco los vecinos,
si coléricos van, vuelven sanguinos,
apelan a la fuga, que en efeto,
es en las guerras el mejor coleto,
y yo dije iracundo:
Hay muchos bravos destos en el mundo,
de los pies se socorren,
proprios valientes son de los que hoy corren.
Solos cinco caballos
retirarlos pudieron, y aun matarlos,
y el no matarlos fue, si lo cotejo,
por no tener qué hacer de su pellejo.
Para la fuga ya les falta tierra
y equivocando estilos de la guerra,
el uno y otro en fin, descalabrado,
iban diciendo: «Que nos han cortado»;
que los de Meco en guerras y alborotos
de la huida de Egipto son devotos.
El sol ya se ponía,
y fue porque Alcalà se llevó el día:
aunque a algunos les cuesta la batalla
con sangre rubricalla:
para eterna memoria;
que victoria sin sangre no es victoria.
Ya pensará mi Musa que he acabado,
sin duda ignora de que estoy sitiado;
Vuélvete Musa a Meco, que se emperra,
y abriéndonos a palos, nos encierra,
porque (fuese desgracia, o fuese yerro)
hoy después de los Toros fue el encierro.
Los palos que pegaban
como plomo pesaban,
que después de los toros, a cualquiera
le pesa bravamente la madera.
Viendo el pueblo otra vez tan irritado,
una casa tomamos por sagrado;
cualquiera aquella noche, sin ser gusto,
en solo un huevo tuvo cena y susto,
y esperando la herida de una vara
la yema se cenó, y guardó la clara.
Que no dormimos en tan duro empeño
ninguno lo creerá pues no fue sueño,
porque el más bien librado, yo imagino,
envidiara la cama a un capuchino;
y en la tormenta que el demonio entabla
tomara yo escapar en una tabla.
Tres colchones, o ranas vi en el suelo,
tan hambrientos de lana, que recelo
que por que alguna lana les libraran,
en la oveja perdida la tomaran.
En fin, dormimos largos y apretados
en ya colchón lampiño diez barbados
que Meco nos dejó por sacudidos,
poco cansados, pero muy molidos.
Sin duda hizo la piedra grande ruina;
pues sin tener ninguno mal de orina,
los heridos protestan y requieren,
que es de achaque de piedra,
si es que mueren;
y sobre todo, a los descalabrados,
hizo Meco favores señalados.
Uno llevó la frente tan preñada,
de lo que concibió de una pedrada,
que según los clamores,
toda la noche estuvo con dolores,
hasta que quiso la piedad del cielo,
que sin haber comadre, ni consuelo,
en la frente preñada de los chinos
le nacieron de un parto dos porcinos.
Yo, sin saber de carro, ni de coche,
Con un ay, y otro ay pasó la noche;
no sé yo quien al Alba hizo cosquillas;
que a reír comenzó con las cabrillas,
cuando para partirme con desgarro
me deshojaba por mirar el carro.
Y viéndole a la puerta,
los amigos, que estábamos alerta,
dimos en Alcalá, y en breve rato
nos hallamos la vida de barato,
dejando en Meco ya reconocidos,
con solo un muerto más de veinte heridos;
y llevando Alcalá, de golpes ciertos,
ningún difunto, pero muchos muertos
que todo sucedió como se cuenta,
año de mil seiscientos y setenta.
Manuel de León Marchante