VÉRTIGO
Cuando tiende la noche en tomo mío
De sus sombras la túnica enlutada,
Abre en la azul inmensidad callada
Sus fauces tenebrosas el vacío.
De lo insondable y misterioso el frío
Me llega al corazón, y me anonada
Esa atracción siniestra de la nada,
Y de mi pobre pequenez me río.
Si el vértigo sufriste y la locura
Del insondable afán que no me calma,
¡Oh Tántalo, me explico tu amargura!
Y en los terrores infinitos creo
De aquel que mira el interior de su alma
Y no encontrando a Dios, ¡se siente ateo!
Leopoldo Díaz