EL NIÑO
Sé que temes. Un niño hay en tus ojos
que te esconde su miedo y cuando miras
cruza llorando silenciosamente,
llevando su temblor a tus pupilas.
Sé que temo, y me escondo en tu mirada
y tus manos se juntan con las mías
y de pronto sentimos que se viene
abajo un edificio de ceniza.
Pero vivir es esto: un miedo a medias,
una ciega pavura compartida,
no saber por qué tiene esta materia
que somos, rachas tan estremecidas
ni por qué caminar es ir dejando
menudas piedras blancas en las ruinas.
¿Para volver, acaso? Las pisadas
quieren reconstruir sendas antiguas,
retroceder a panoramas hondos,
a remotas y amadas galerías.
—Pasan los años— dices. Han pasado
tantos, que dejan por encima
de nosotros sus sombras como nubes
de una desamparada geografía.
Y temes por nosotros, y yo temo
por nosotros, y un niño resucita
de su muerte en tus ojos, y te beso,
y el niño con nosotros, todavía.
Leopoldo de Luis