EL FUSILADO
Mi juventud ha sido fusilada.
No se fusila nunca a un hombre solo,
caen poco a poco nuestras propias vidas.
Miro de forma extraña, si os dais cuenta;
desde la muerte miro de los otros,
desde mi muerte en cada uno de ellos.
Soy aquel joven muerto junto al alba
que avanza hacia su otoño, atravesado
el pecho por la luz de un orificio
por el que se descubren años, sombras,
y un paisaje remoto se trasluce.
De dos en dos. En fila. Los altos paredones
recogen el impacto. Nuevamente
de dos en dos.
¿Adivináis ahora
por qué sacar tan fácilmente puedo
el corazón del pecho y enseñároslo
como una roja fruta hacia el otoño?
Leopoldo de Luis