CAMPESINA, NO DEJES...
A Marisol
Campesina, no dejes de acudir al mercado
con tus rubios cabellos—coliflor en mostaza—
y tus ojos, tus ojos donde anida el pecado…
¡Quién no acude por verte cuando cruzas la plaza!...
¡Si hasta el cura del pueblo, que es un alma sencilla,
al mirarte sacude su indolente cachaza!...
¡Si eres égloga!... Y cantas, sin cantar, la semilla
y el surco, los molinos, el arroyo parlero,
donde viajan las hojas su tristeza amarilla...
¡Qué te importa que un zafio, que un panzudo banquero
y que aquella muchacha, solterona y muy fea,
no avaloren—mendigos de su inútil dinero—
la eclosión de tus frutos, de tu alegre azalea!
¡Que se vayan al cuerno!... ¡Que se vayan al ajo
y al tomate!... ¡Y que coman arroz con jicotea!...
Porque tú, campesina de sombrero y refajo,
cuando pasas en burro-sandunguera y sabrosa-
¡pones alas y trinos de jilguero en el grajo!
¡Pones alas y trinos!... Y te llevas la rosa
de tu faz... Y te llevas tu maligna mirada,
con tu dulce sonrisa que ha dicho esa cosa
que le dice a un goloso la entreabierta granada...
Luis Carlos López