NOCHE TRUCULENTA
Para libar el jugo de agrios vinos
—no dejes ver la pierna,
muchacha— los marinos
vendrán dentro de poco a la taberna.
Son de brusco perfil, bíceps de acero,
niños enormes de cuadrada espalda
y andar patojo. —Pero,
¿te arreglarás la falda?
Con sus jarrones de licor, sus dados
y sus cachimbas se darán al juego
carnavalescamente iluminados
por la epilepsia del candil. Y luego
terminarán rugiendo una salvaje
canción sensual. —Del cafetín me salgo,
porque —bájate el traje!—
lo que es aquí pasa algo...
Luis Carlos López