RINCÓN DE PROVINCIA
Por la torcida calleja
de mi vetusto arrabal,
no cruza ni un perro. Aqueja
su ataraxia monacal.
¿Que alguna oxidada reja
se abre gimiendo? El metal
del gozne cuando se queja
rasga el silencio letal...
Solamente en un oscuro
convento, que ofrece un muro
color de zaquizamí,
se oye como una ironía
tocar esta melodía:
do-re-mi-fa-sol-la-si...
Luis Carlos López