MELODÍA.
LA PALOMA
De calor y tristeza fatigado
Pasaba yo la siesta
Sobre la verde margen reclinado,
A la sombra modesta
Que dan las palmas que sustenta el prado.
Contemplaba los cielos,
Buscando allí la suspirada calma;
Mezclaba yo tu nombre a mis desvelos...
¡Tu nombre!... y con el alma
Iban la duda y los amargos celos.
Y vi que resbalando
Por la vecina loma,
Se vino a mí acercando
Blanquísima paloma
Al suave impulso de su vuelo blando.
Pero importuno el viento,
La palma sosegada
Meció con repentino movimiento;
Y huyó el ave asustada,
Y en vano la siguió mi pensamiento.
¿Acaso me traía
El bien que el alma espera?
¡Ay, dime, Laura mía,
Si fue tu mensajera!
¡Dime si en nombre de tu amor venía!
José Selgas y Carrasco